A pesar de que la causalidad puede ser explicada, de vez en cuando, a partir de acciones intencionales y, a veces, a partir de interacciones sistémicas, en la mayoría de las ocasiones los resultados de las interacciones sistémicas no pueden ser explicados correctamente como el producto de las intenciones individuales. Así como los pueblos primitivos tendían a atribuir el balanceo de los árboles a la acción intencional de algún espíritu invisible, en vez de a causas sistémicas como la variación de la presión atmosférica, existe una tendencia hacia la explicación intencional de los hechos sistémicos en una economía, cuando las personas no conocen los principios económicos básicos. Por ejemplo, mientras los precios ascendentes tienden a ser el reflejo de cambios en la oferta y la demanda, la gente que no sabe de economía puede atribuir la subida de precios a la «avaricia».
Esta explicación basada en la intención provoca más preguntas que respuestas. Por ejemplo, si la avaricia es la explicación, ¿por qué varían tanto los precios de un momento a otro y de un lugar a otro? ¿Será que la avaricia varía tanto y lo hace bajo un mismo patrón? En la cuenca de Los Ángeles, las casas cerca del mar se venden a precios mucho más altos que otras similares que están en el nebuloso interior. ¿Será que el aire fresco promueve la avaricia, mientras que la niebla hace que los vendedores de casas se vuelvan más razonables? Decir que los precios son producto de la avaricia implica que los vendedores pueden establecer precios por un mero acto de voluntad. Si fuese así, ninguna empresa quebraría jamás, ya que simplemente subiría sus precios para cubrir cualquiera que fuesen sus costes.